jueves, 30 de octubre de 2008

Perder el respeto

La policia, cualquiera que sea, ha perdido la imagen de cuerpo que brindaba seguridad y al mismo tiempo inspiraba respeto.
El antiguo vigilante de esquina, era un tipo que conocía el movimiento de la cuadra y brindaba protección, pero lamentablemente desapareció como servicio a la comunidad.
Las dictaduras nunca supieron imponer el respeto por las fuerzas de seguridad, todo lo contrario, lo que inspiraban era terror y por lo tanto lejos de confiar en ellos el pueblo los rechazó.
Mucho mejor no les fue a los gobiernos democráticos. Conocidas son la refriegas que se producian en las manifestaciones y nada se lograba, solamente envalentonar a sindicalistas y provocadores profesionales.
Muchos son los ejemplos acerca de la falta de profesionalismo y de inteligencia para enfrentar situaciones de conflicto callejero.
Poco a poco los delincuentes se animaron a probarlos.
Desde robarles el arma o el uniforme al principio pasaron a matarlos en cualquier circunstancia.
Matar un policia le da un plus delincuencial, lo hace crecer en el podrido mundo del bajo mundo.
Sin embargo la policia no ha acusado el impacto. Antes la muerte de un compañero de armas ponía a toda la fuerza en alerta y reaccionaban de inmediato. El delicuente no sobrevivía para alardear.
Hoy no pueden ni siquiera intentar un redada sin pedir permiso y cuando lo hacen siempre llegan tarde. Es tanto el miedo que tienen los fiscales y los jueces que no se animan a firmar allanamientos y cuando lo hacen, son solamente para cumplir "como si lo hicieran".
Hace pocos días un individuo que, tal como decía Perón, al enemigo ni justicia, mató por matar a un gendarme en el sitio más peligroso de Latinoamérica, la tristemente célebre super villa Fuerte Apache (flaco favor le han hecho a quienes formaron parte del glorioso Ejercito de los Andes, su verdadero nombre.
Ese sujeto, mal parido, jamás tendrá en su miserable vida y tampoco en su segura muerte, los honores que se le rindieron a su víctima, eso sólo le debe dar la certeza de ser un ser inferior en la escala humana.
Señores Jueces, pongan lo que tengan que poner para juzgar y condenar a estos escrementos humanos. La población , sin distingos de ideologías los felicitarán.

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