domingo, 7 de marzo de 2010

El sistema Presidencial ¿es una falacia de la democracia?

Las democracias del mundo se fundamentan en sistemas republicanos o monárquicos.
En el segundo caso, sostienen la existencia y convivencia con el Rey, casos de España, Inglaterra, Dinamarca, Holanda, entre otros.
El restante modelo es el que predomina en las naciones más jóvenes, especialmente de América. En Africa hay repúblicas que todavía están en franca guerra civil o escondidas en gobiernos autoritarios que tienen al sistema como una pantalla.
En Argentina el sistema democrático, republicano y federal, tiene como figura principal al Presidente de la República.
Todos los partidos políticos impulsan a su representante para que sea Presidente y le otorgan mucho poder para decidir las estrategias y tácticas políticas para gobernar o trazar planes de acción en épocas electorales.
El Presidente goza de muchísimo poder político, tiene enormes prerrogativas y aunque sea el primer mandatario, es decir el que tiene el mandato para hacer o no hacer, no es el dueño del país ni de la política.
Al contrario de lo que el vulgo cree, el Presidente no es omnipotente. El Presidente es el ciudadano que tiene la responsabilidad de conducir y administrar la nación.
Para eso se debe a una cantidad de normas y leyes que regulan su actividad.
Sin embargo, además de las normativas, en nuestro país, el Presidente viene rodeado de tradición, de una visión de parte de la ciudadanía que lo hace responsable de casi todo, en las buenas y en las malas.
Existen muchas normativas que se ponen en funcionamiento para que el Presidente pueda cumplir con sus obligaciones. Muchas de ellas son formalidades y que no contienen más que reglamentos solemnes, que se transforman en abstractas palabras.
Si el Presidente de la Nación es la figura más importante de la política formal, la tan mentada independencia de poderes es una utopía.
Cada uno de los tres poderes, tiene autoridad en si mismo y se encarga de cuestiones específicas, aunque no son absolutas, se ahí entonces deben trabajar en conjunto y mancomunadamente para cumplir con el objetivo más elevado de toda Nación. EL BIEN
COMÚN.
Sin embargo no todo funciona de esta manera.
Las diferentes opiniones, intereses e ideologías hacene que la puja se transforme en una lucha sin cuartel.
El bien común del pueblo argentino, no parece ser el bien común de cada partido político.
Cuando el bien común, es el que debiera identificar y unificar cualquier pensamiento, se trasnforma en la excusa para que las diferentes corrientes ideológicas opten por caminos distintos.

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